CD – Mosaicos

Notas al programa:

El Trío Musicalis fue creado en 2008 en el seno de la Orquesta Nacional de España. A lo largo de estos quince años de trabajo conjunto e intensa actividad concertística, sus tres integrantes (Eduardo Raimundo -clarinete y clarinete bajo-, Mario Pérez -violín y viola- y Francisco Escoda -piano-) han ido forjando las señas de identidad del grupo, cuyo objetivo fundacional consistía en “re-crear la música de cámara de los grandes compositores de la historia”. De hecho, en su primer disco Contrastes, registraron su personal visión de las cinco obras clave para la atípica formación de clarinete, violín y piano, todas ellas escritas en las primeras décadas del s. XX: la suite de La historia del soldado (1919) de Stravinsky, el “Adagio” del Concierto de cámara (1925) de Alban Berg, el Trío (1932) de Kachaturian, la Suite para trío (1936) de Milhaud y Contrastes (1938) de Bartók.

En este nuevo álbum, Mosaicos, el Trío Musicalis da un paso más allá y se afianza en un triple compromiso que forma parte de su ADN desde sus comienzos: con la composición de nuevo repertorio para su formación, con la música de creación actual y con la música española. A lo largo de su trayectoria han encargado y estrenado múltiples obras firmadas por los autores españoles más relevantes de la actualidad, tanto dentro como fuera de nuestro país, y, en muchos casos, dedicadas al propio grupo. Así, nos encontramos ahora con una recopilación de cinco partituras del s. XXI escritas exprofeso para el Trío Musicalis. Cuatro de ellas, las concebidas por Hèctor Parra, José Luis Greco, Ramon Paús y José María Sánchez Verdú, utilizan la configuración de clarinete bajo, violín y piano, mientras que la pieza para clarinete en Si bemol, violín y piano está firmada por Jesús Torres. Por una parte, se trata de un claro alegato en favor del desarrollo de la literatura musical para un instrumento tan atractivo, tan versátil y aún tan desconocido como es el clarinete bajo. Pero, además, las cinco creaciones, que explotan al máximo las cualidades y la idiosincrasia del Trío Musicalis, revelan la voluntad del conjunto de mostrar un amplio abanico de lenguajes y planteamientos estéticos. Así lo ponen de manifiesto también los heterogéneos diseños e ilustraciones que el polifacético artista Ion Fernández de las Heras ha preparado para cada una.

Una de las constantes del catálogo del autor catalán Hèctor Parra (Barcelona, 1976) es la búsqueda de inspiración en disciplinas extramusicales, desde la física relativista hasta las artes plásticas. Más concretamente, la inquietud por la pintura aparece de forma recurrente en su obra, especialmente en la primera etapa. De hecho, el propio Parra fue discípulo del pintor Francesc Miñarro en su adolescencia. En su música, se observa la influencia del uso del color del último Cézanne, pero también encontramos referencias a Tàpies o a Velázquez. Por otra parte, Parra se define como “un compositor muy lírico, muy mediterráneo, incluso cuando escribo para instrumentos que no son la voz. Me siento atraído por las inflexiones, las tensiones propias de la fisiología humana, de nuestra respiración, del habla y del canto. Las arquitecturas sonoras con las que más me identifico son las que entran en vibración con nuestros propios movimientos, nuestra propia respiración” (El Cultural, 2016).

Ambos aspectos de su plasticidad musical se unen en Chiffres et constellations amoureux d’une femme (d’après la XXe constellation de Joan Miró), pieza dedicada al Trío Musicalis que forma parte de un ambicioso proyecto compositivo estimulado por las Constellations (1940-1941) del pintor Joan Miró, admirado por Parra desde niño y con el que le une también su experiencia vital francesa: ambos artistas encontraron en París su ámbito para vivir y crear desde los 26 años. Este ciclo poético musical híbrido, nacido al calor del confinamiento de 2020, nos remite a la serie de 23 pinturas sobre papel de pequeñas dimensiones con las que Miró intenta evadirse de su sufrimiento por el exilio forzoso de España desde finales de 1936 y su vuelta en 1940 debido a la Segunda Guerra Mundial. Nos encontramos con una morfología de signos con astros, pájaros y mujeres que nos recuerda a espacios cósmicos a través de esa fuerza cromática tan presente en la obra del pintor barcelonés. Según el propio Parra, la idea es “revivir, a través de la escucha, la pulsión creadora que impulsó a Joan Miró”.

Terminada en París en enero de 2021, Cifras y constelaciones amorosas de una mujer de Hèctor Parra nos sorprende por su lirismo y por su experimentación tímbrica, con la utilización de distintos objetos que arrancan sonidos inesperados del piano (regla de aluminio, cámara de aire de bicicleta y goma adhesiva tipo Blu-Tak o Patafix), así como de precisas técnicas extendidas con el arco y las manos en el violín y con los juegos de aire y producción del sonido en el clarinete. La vivacidad se mantiene durante toda la obra a través de un enérgico y continuo aleteo desarrollado en sucesivos pasajes de caracteres, en cierta manera, contrastantes. Nos movemos entre la quietud contemplativa y el histerismo a través de la interacción entre los tres instrumentos y de dos importantes pasajes a solo del violín y del clarinete bajo. Según el propio compositor:

“En este trío, violín, clarinete bajo y piano tejerán una ‘tela de araña’ de inesperados sonidos orgánicos y de radicales deformaciones espectrales que buscarán una forma surgida, de alguna manera, de la propia vivencia que hacemos del fabuloso microuniverso sugerido por la constelación mironiana, y que se plantea como una posible exploración de las profundidades de nuestro mundo interior: sombras y monstruos íntimos en resonancia con las a menudo amenazadoras y deformadas figuras humanas y animales tan finamente dibujadas por Miró. Pretendemos, pues, una apertura sonora a esta dimensión imaginaria y atávica, rellena de signos y de vibrantes formas orgánicas llenas de color y de expresión curvilínea”.

En el caso de Jesús Torres (Zaragoza, 1965), Premio Nacional de Música en 2012, la literatura como estímulo creador ha impregnado buena parte de su obra. Torres, declarado gran amante de la mística española, ha tomado como fuente de inspiración o musicalizado textos de muy diversa naturaleza: en un alto porcentaje de Vicente Aleixandre, pero también de Jorge Manrique, Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, Lope de Vega, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Hans Christian Andersen, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Max Aub, Federico García Lorca, Juan Eduardo Cirlot, León Felipe, Luis Cernuda, Miguel Hernández, Leopoldo Panero, Antonio Carvajal, Alejandro Duque o, incluso, de la Biblia.

Fulgor fue escrita en 2017 como encargo del INAEM para celebrar el décimo aniversario del Trío Musicalis, dedicatarios de la obra y quienes la estrenaron el 4 de febrero de 2018 en el Auditorio Nacional de Madrid. En este caso, fueron los siguientes versos del libro El fulgor (1983-1984) del poeta José Ángel Valente, muy influido por el misticismo sincrético, los que llamaron la atención del compositor para escribir esta pieza:

“Y todo lo que existe en esta hora
de absoluto fulgor
se abrasa, arde
contigo, cuerpo,
en la incendiada boca de la noche.”

El esencialismo poético de Valente halla su correspondencia musical en la partitura de Torres a través del lirismo con el que son tratados cada uno de los tres instrumentos, que van ejerciendo consecutivamente como protagonista, contrapunto y acompañamiento en un juego de equilibrios sonoros. Esa profundización en el parámetro melódico, que potencia la intensidad del flujo musical, es una de las señas de identidad de la expresión del autor aragonés, junto al uso de motivos cortos y fácilmente memorizables por el oyente, como comprobamos en las breves células con las que construye un relato transparente y directo. La esencia de su lenguaje creativo, en especial en los últimos años, aparece fuertemente arraigada en la tradición occidental. Sus partituras incorporan y renuevan estrategias utilizadas desde el Medievo hasta las vanguardias de la segunda mitad del s. XX, basándose en un profundo y minucioso conocimiento analítico de la historia de la música. Así se refiere el propio Torres a su obra Fulgor:

“La pieza está construida en un único movimiento y dividida en una serie de episodios caracterizados por una inagotable pulsión rítmica. A esto se añade un discurso donde predomina la transparencia armónica, junto a la aparición en el clarinete de algunos materiales muy queridos por mí: la utilización de los cuartos de tono como elemento ornamental o la aparición de multifónicos consonantes y en pianissimo”.

El compositor José Luis Greco (Nueva York, 1953) desarrolló los primeros años de su carrera profesional en el mundo de la música rock y jazz, la interpretación teatral y televisiva y la danza. Tras su estancia norteamericana y vivir una temporada en Ámsterdam, se instaló en Madrid en 1994 centrándose en la creación de obras de concierto. El eclecticismo (habitualmente muy presente en los artistas estadounidenses) y la independencia que observamos en su trayectoria se plasman también en su manera de escribir, libre y desprejuiciada. El resultado es un estilo rico, vitalista y poliédrico en el que detectamos muy variadas influencias, tanto de la tradición occidental como de otras culturas. Entre la realidad y la ironía, el propio Greco escribe estas palabras acerca de su obra Big Fun:

“Con Big Fun aprendemos un nuevo idioma –escuchando, imitando, repitiendo– del mismo modo que en otro tiempo aprendimos nuestra propia lengua materna. Con Big Fun adquirimos la seguridad de hacer uso del nuevo idioma con fluidez. Partiendo de un vocabulario elemental, Big Fun muestra el idioma por medio de diversas materias que nos son a un tiempo familiares y atractivas: las matemáticas, la medición y relaciones entre tiempo y espacio, la sintaxis, la expresión… Juegos, imágenes, escenarios y retos facilitan la asimilación de los valores esenciales del nuevo lenguaje. El pensamiento creativo, la superación de obstáculos, la comunicación y la colaboración, todos aquellos valores a los que Big Fun aspira, constituyen los fundamentos para adquirir las habilidades necesarias que nos ayudarán a afrontar los desafíos de nuestro tiempo”.

En esta obra, dedicada y estrenada por el Trío Musicalis el 4 de febrero de 2018, nos encontramos con la sucesión de secciones contrastantes que trazan el camino de una extensa construcción, poética y apasionada, en la que el pasado y el presente se unen. Todo parte del “Swinging” inicial con un diseño ostinato en la mano izquierda del piano que se combina con el uso de técnicas extendidas en violín y clarinete bajo (como col legno o ruido de llaves), quienes desarrollan también un discurso motórico. A partir de aquí, las distintas cesuras y silencios valorativos marcan las transiciones hacia muy diferentes maneras de presentar los materiales generadores: con la agitación del virtuosismo en los tres instrumentos en términos jazzísticos, con una estática experimentación tímbrica que crea atmósferas oníricas en el pasaje “Ominous”, o en el irónico “Driving”, en el que se adivinan claros ecos de la música francesa de Debussy y Messiaen. Por último, Big Fun supuso el primer paso hacia el concierto para clarinete bajo y orquesta que Greco escribió por encargo de Eduardo Raimundo.

“Hace ya casi cien años, la Ecuación de Schrödinger y el Principio de Incertidumbre de Heisenberg pusieron a temblar la mecánica clásica de Newton, promoviendo el advenimiento de la física cuántica, con sus partículas y antipartículas… Todo ello abre, entre otras cuestiones, la posibilidad de que existan muchos seres idénticos a nosotros mismos en otros planos espacio-tiempo. Nuestro Huésped Cuántico, alojado en su hotel habitual, se congratula del hecho de que seamos capaces de, al menos, vislumbrarlo”. Estas son las premisas estéticas de la obra de Ramón Paús (Castellón, 1959), un punto de partida narrativo, casi cinematográfico, que es consustancial a la actividad compositiva del autor.

Paús ha ejercido su labor musical en muy diversos ámbitos, desde bandas sonoras y música para teatro o ballet hasta obras de concierto al uso. Esta polivalencia, transversalidad y versatilidad creativa se vierte en sus partituras de forma muy palpable, utilizando recursos propios de distintos géneros. En relación a este proyecto Mosaicos es importante saber que en 2018 Eduardo Raimundo estrenó su Concierto nº 1 para clarinete bajo y orquesta “De las ciudades ajenas” junto a la Orquesta Nacional de España. Es decir, que el clarinete bajo no es un instrumento ajeno a Paús.

El Huésped Cuántico fue dedicada al Trío Musicalis y terminada en otoño de 2020. Su inicio místico “Largo” con los clusters del piano instala el clima nocturno en el que se va a desenvolver toda la pieza: armonía y resonancia son protagonistas. En el “Allegro” siguiente, según el autor: “Parece que Dave Brubeck haya dictado el groove del piano en 5/4, con un ritmo constante en el empuje y sutil en el balanceo. A la sombra de él, las posibilidades y combinaciones de violín y clarinete bajo devienen casi ilimitadas. Así tendremos reuniones del clarinete con la mano izquierda del piano, también un duelo en las alturas entre violín y clarinete bajo, al final del pasaje nos topamos con algunos solos de ambos, a velocidades donde sólo los elegidos pueden transmigrar”. En el “Andante” descubrimos pájaros messiaenicos en el clarinete y los etéreos arpegios del piano que enmarcan el devenir dulce, legato y expresivo del violín. En la sección final, la marea de septillos del piano concluye la obra con una agitación “incierta y delicada a partes iguales”.

El mayor grado de experimentación tímbrica de todo el álbum lo encontramos en Luz negra II (De máquina oscura) que el autor José María Sánchez-Verdú (Cádiz, 1968) escribió en 2021. El diálogo entre el pasado más remoto y la contemporaneidad siempre han estado muy presentes en el imaginario del compositor y director algecireño, Premio Nacional de Música en 2003. La intertextualidad es uno de los pilares sobre los que se asienta su creación, a través de la vinculación de su obra con músicas occidentales de épocas pasadas, especialmente de la Edad Media y del Renacimiento, así como del estudio de sonoridades de otras culturas, sobre todo de la civilización japonesa o del mundo árabe. Sánchez-Verdú concibe la música como una forma de conocimiento, pero también juega con la experiencia perceptiva del oyente y con sus límites, como, por ejemplo, en Luz negra II (De máquina oscura).

Dedicada al poeta Francisco Deco y al Trío Musicalis, que la estrenó en Bilbao el 18 de octubre de 2021, forma parte de un ciclo de páginas de cámara que reflexionan sobre el concepto de “luz negra” desde puntos de vista poéticos diferentes: Luz negra I para guitarra y acordeón (2019) y Luz negra III (Homenaje a Chillida) para txistu, acordeón y percusión (2021). El lenguaje de Sánchez-Verdú trasciende la zona común del sonido instrumental y nos adentra en paisajes de colores diferentes, que nos desubican: salimos del territorio tradicional en cuanto a la producción sonora y a las formas de escucha y, por tanto, nos abre un mundo nuevo. Tal y como afirma el propio autor:

“La esencia de estas piezas está en las vibraciones, en frecuencias presentadas en distintas velocidades, como si en lugar de sonidos (frecuencias) se estuviera haciendo un trabajo basado precisamente en la luz, en las ondas que expanden la luz por el espacio. La llamada luz negra (con sus propias condiciones de frecuencias también) hace resaltar en la completa oscuridad determinados objetos según la superficie que tengan. En ello incide esta segunda pieza del ciclo. Puede servir de referencia imaginar las célebres marionetas checas movidas y desarrolladas con luz negra: sólo se ven las partes que tienen luz ultravioleta, el resto no se ve. El concepto de máquina oscura abre múltiples referencias, por un lado, a la caja oscura en la física y en los inicios de la fotografía, y, junto a ello, es un homenaje al estupendo poemario del mismo título del poeta sevillano y amigo Francisco Deco”.

Mosaicos constituye una fotografía de la actividad creativa musical actual en nuestro país. De esta manera, el Trío Musicalis aporta su granito de arena a la configuración de la historia artística de nuestro país generando nuevo y valioso repertorio para la combinación de clarinete (especialmente bajo), violín y piano. En este mapa de la diversidad estilística española de comienzos del s. XXI nos movemos desde la exaltación sonora de Parra hasta la especulación tímbrica de Sánchez-Verdú, pasando por la luminosidad de Torres, el eclecticismo de Greco y el lirismo de Paús.  El valor añadido que aportan, además, los miembros del Trío Musicalis parte de una rigurosa y entusiasta interpretación musical en la que demuestran su magistral capacidad de adaptación a cada lenguaje.

Texto:
Ilustraciones: Ion Fernández de las Heras